http://creandoutopias.net/2015/05/17/buscadores-2/
Hoy hemos despedido por la mañana a una hermosa familia que ha pasado unos días con nosotros y por la tarde a Marc, un peregrino de la vida que viaja con su perrita y su autocaravana buscando su lugar en el mundo. Hizo un buen tándem con Luis, un joven que está experimentando el vivir en comunidad durante veintiún días, en ese programa especial que hemos diseñado para practicar el silencio y la escucha activa con la naturaleza.
O Couso es un foco de atención, de curiosidad, de reposo, de aprendizaje, de experimentación. También es un lugar para dar cobijo a ese enjambre incansable de buscadores que hormiguean de un lado a otro anhelando algo. Los acogemos siempre con cariño y respeto observando que a veces ese algo es una carencia, una necesidad, un sueño, una ilusión, una esperanza, un anhelo o un sentido profundo enfrentado a la propia existencia. En el fondo el ser humano siempre ha sido un buscador, un conquistador de nuevos horizontes, de nuevas alturas. Resulta difícil, no importa si es en el plano material o en el espiritual, permanecer quieto sin anhelar esa búsqueda.
En el fondo de todo buscamos un sentido, una respuesta. Sin saberlo, intuimos que todo puede estar dentro de algún orden que desconocemos, que de alguna forma, participamos de un propósito mayor difícilmente entendible. La búsqueda pretende aproximar nuestra mirada hacia ese más allá de nosotros y participar del festín de la vida en su máximo esplendor.
Los buscadores salen fuera de su colmena interior y van de flor en flor con el deseo de traer algo a casa. En esa búsqueda incansable, laboriosa, encuentran todo tipo de estímulos para seguir avanzando. Siempre avanzando hacia todas partes.
Hoy Marc nos decía que si no encontraba su comunidad ideal montaría una propia. Nosotros, que ya vivimos en un experimento de comunidad, nos damos cuenta de lo dificultoso que resulta encontrar en su pureza ese ideal que llevamos dentro, y de paso hacerlo atrayente al visitante. Somos humanos, torbellinos fluctuantes que no descansamos ante ningún tipo de descubrimiento. Siempre queremos más. Quizás por eso resulte curioso todos los experimentos comunitarios que brotan como flores en primavera para luego darse cuenta de que están solos. ¿Dónde está la gente? ¿Dónde la comunidad? Todos llegaron pero se fueron. Siguen buscando.
A veces esa incansable búsqueda también encierra una huida hacia delante que pretende evitar el gran reto del compromiso y la responsabilidad. Vivir en comunidad no deja de ser una obligación seria que nos obliga a adaptar muchas cosas de nosotros mismos para el bien común. El colectivo humano está atravesando uno de los momentos más egoístas e individualistas que se conocen de la historia, y resulta complejo desapegarse de ese estructura. ¿Cómo entonces vivir en comunidad sin asumir retos, compromisos, responsabilidad y esfuerzo? ¿Cómo hacerlo además renunciando a buena parte de nuestro ideal comunitario?
Vivir en comunidad no es ninguna panacea. Cuando se presenta realmente la oportunidad muchos huyen o tiran la toalla porque cuesta mucho sacrificar un ego domeñado a las vicisitudes de nuestros caprichos interiores. Para vivir en un nuevo paradigma debemos convertirnos primero en ese paradigma. No podemos crear un mundo nuevo si antes no hemos participado del mismo desde nuestra más sincera entrega. Podremos hablar una y otra vez sobre el nuevo mundo, podremos imaginarlo, añorarlo, buscarlo. Pero si no damos un paso, si no somos capaces de abrazar el ideal y marcar con nuestras manos las tierras en el barro, nada será real.
Mientras entendemos todo esto, el tiempo pasa y nosotros seguimos buscando. Algún día descubriremos, bajo el mando cálido de una primavera cualquiera, que aquel anhelo siempre estuvo ahí, dentro de nosotros, y que sólo bastaba con un pequeño paso hacia el nosotros para descubrir lo verdadero de su estímulo. Valor, confianza, fortaleza. Ese tipo de cosas nos poseen y entonces dejamos de buscar para enfrentarnos a la construcción de una vida nueva, de un mundo nuevo, de un sentido más profundo y duradero. Sigamos buscando dentro y fuera. Está bien. Pero labremos con surcos y sudor el futuro anhelado.